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Más de 5 millones de jóvenes en España ya están cambiando el significado del “empleo”

  • Sol Castrillón
  • 8 may 2017
  • 3 Min. de lectura


Hace algún tiempo, desde que llegué a Madrid, he estado pensando sobre la función social del trabajo en los jóvenes españoles.


El pasado 17 de febrero tuve la oportunidad de escuchar a Joaquín Estefanía, economista y periodista español, en la Universidad Autónoma de Madrid, en el marco del Máster de Derechos Humanos y Gobernanza. Durante dicho seminario el periodista expresó que, según el Eurobarómetro, los jóvenes europeos (los “Millennials”, es decir, los que están entre los 18 y 34 años, y también los “Centennials” entre 0 a 18 años) piensan que vivirán peor que sus padres. Seguidamente, presentó un nuevo concepto denominado “proletariado emocional”, cuyo significado está relacionado con las débiles emociones que padecen los jóvenes en la actualidad, quienes tienen altamente erosionadas sus expectativas materiales y sentimentales.


Joaquín resaltó que los jóvenes, pese a que muchos pertenecen a la clase media (si acaso también a la media alta), piensan y actúan en pos del futuro con expectativas propias del proletariado.


Es interesante que, por contraposición, consideró que los jóvenes latinoamericanos creen y anhelan un futuro mejor que el de sus predecesores.


Ahora voy a añadir otro elemento en relación con lo antes dicho: El diario El País publicó un artículo en el que se puso de resalto “Los jóvenes que nacieron entre 1982 y 2004 (los llamados Millennials) serán más del 70% de la fuerza laboral del mundo desarrollado en 2025.


¡Probablemente ya han empezado a tomar las riendas del futuro de la humanidad!


Solo como ejemplo, en España, ellos constituyen una generación de más de ocho millones de personas que nacieron en la prosperidad, con un entorno político, económico y social mejor que el de sus padres, pero que cuando llegaron a la mayoría de edad se dieron de bruces con una durísima crisis que truncó las expectativas de muchos de ellos (crisis mundial de 2008). Tal vez por esto la Fundación Porcausa les atañe el título de “el colectivo de los sueños rotos”.


¿Cuál es el fundamento intrínseco en dicha ruptura?


Consideremos que el trabajo es un derecho humano fundamental que opera de ordenador individual, familiar y social, y, asimismo, es la base para la realización de otros derechos humanos y para una vida en dignidad. Es el ámbito en el que se expresa-desarrolla el ingenio, la creatividad y la construcción cultural de los seres humanos, gracias al que generamos estabilidad económica y social, nos emancipamos y valoramos. Así podemos entender lo que implica que, actualmente, el mercado de trabajo español presente una tasa de desempleo cercana al 18,2% (16,8% Hombres y 19,9% mujeres), correspondiendo un 42,2% a los jóvenes menores de 25 años (42,2% hombres y 42,3% mujeres) y un 16,6% a jóvenes de 25 años o más (15% hombres y 18,4% mujeres), además de rasgos de alta temporalidad: 2781,9 contratos temporales vs. 275,5 indefinidos, en lo que va de enero y febrero de 2017 y, según cifras de la OCDE que hacen referencia al año 2015, el 70,4% de los asalariados más jóvenes de entre 15 y 24 años tenía un contrato temporal.


Además, la situación precedentemente descripta ha venido engendrando precariedad en las condiciones de trabajo (salarios reducidos, jornadas extensas, ausencia de medidas de seguridad e higiene, indemnizaciones deplorables, entre otras) afectando tanto la entrada, permanencia y salida del trabajo, con el argumento de alcanzar “bajos costes laborales”.

No es de extrañar que esto haya ocasionado una falta de atracción -y retraso- en los jóvenes de sueños rotos próximos a su primer empleo, impactando directa y negativamente en sus proyectos de vida.


Es innegable que la economía está cambiando y con ella el mercado laboral. Por eso, la cuestión reside en descubrir y prever cuál es el rumbo que está tomando. Hay personas que hablan sobre una economía y trabajos más “tecnologizados” (o robotizados si se quiere) que desplazará, o que ya está desplazando, a los seres humanos, y frente a l


o que se proponen soluciones como el establecimiento de una renta universal.


Los profesionales de las ciencias sociales tenemos un reto: terminar de comprender el lugar, la función y las consecuencias que el trabajo -o su ausencia- ocupa en la vida de las personas, más especialmente en la de los jóvenes; Y, aún más complicado, debemos plantear cuál es el rol que debe y deberá ocupar el Estado en esta nueva sociedad en la que, parafraseando a Antonio Rovira, “(...) políticos, banqueros y ejecutivos utilizan las leyes para proteger sus propios intereses y ni siquiera asumen su responsabilidad. Nos hablan de derechos constitucionales, igualdad ante la ley, separación de poderes, pacto social...todas ellas, palabras huecas ante lo que está sucediendo en realidad” (Rovira, 2013).


Los ojos que escriben:

Maria Sol Castrillón es una abogada argentina, residente en Madrid y estudiante del Máster de Gobernanza y Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de Madrid. Su trabajo se ha enfocado en el derecho al trabajo y derechos de los jóvenes.


 
 
 

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